Según cuenta la tradición, los Apóstoles de Jesús de Nazaret, tras su muerte y resurrección, marcharon a predicar sus enseñanzas por el mundo. Jacobo, el también llamado Santiago el Mayor, e hijo de Zebedeo y de Salomé, y hermano de Juan el Evangelista, llegó a Hispania donde permaneció durante algún tiempo. Los relatos más conocidos de su estancia: El Breviarium Apostolorum del siglo V; los Textos de San Isidoro del siglo VII y los del Beato de Liébana del siglo VIII, lo sitúan como evangelizador en distintos lugares de la Península Ibérica. Concretamente Zaragoza y Muxía fueron dos de los lugares en los que la Virgen María se le apareció a Santiago para reconfortarlo cuando su ánimo decaía.
Algún tiempo después, en el año 44 según los Hechos de los Apóstoles, regresó a Jerusalén donde fue apresado por orden de Herodes Agripa I, que ordenó su decapitación. La tradición narra que Santiago el Menor recogió la cabeza, cuya reliquia se conserva en la Catedral de Santiago en Jerusalén, y que el resto del cuerpo llegó hasta el puerto gallego de Iria Flavia donde sus discípulos Teodoro y Atanasio le dieron sepultura en un lugar denominado Arcis Marmaricis en el monte Libredon. Cuando en el siglo IX aparecieron unos restos cerca de aquel supuesto enterramiento, el obispo Teodomiro, guiado por una estrella llegó hasta allí y aseguró que aquellas reliquias pertenecían al apóstol Santiago. A partir de ese momento, el lugar fue conocido como: Compostela, que según la tradición significa Campo de Estrellas.