La India siempre despertó en mí, desde mi infancia, un marcado interés, quizá por ser por aquel entonces un sueño inalcanzable. Siempre se me represento como un país místico y exótico. La poca información que me llegaba siempre me hacía pensar en los cuentos que leía de pequeña, cuentos de mil y una noches, princesas, caballos, grandes elefantes... en fin, un país totalmente desconocido y misterioso para mí.
Tuvieron que pasar muchos años para que al fin y por ironías del destino yo viajase a La India, no me sorprendió en sí, pues yo imaginaba algo totalmente diferente y así fue, pero un cúmulo de sensaciones, sentidos y experiencias me esperaban, unos buenos, otros no tan buenos, algunos tan inexplicables como incomprensibles, pero eso sí, desde luego todos ellos, diferentes a todo lo que yo conocía.
Lo primero que me sorprendió al entrar en la India fue su olor, un olor acre, mezcla de suciedad, muchedumbre, sudor, animales salvajes incontrolados... todo ello junto, emana un olor indefinido que contrasta con la grandiosidad de sus edificios y palacios. El Taj Mahal en Agra, el Palacio del Viento en Jaipur... obras de arte de la arquitectura que unidas a las leyendas que les preceden hacen que sus visitantes imaginen a sus antiguos moradores aun vagando por allí.
La amabilidad de los indios con nosotros fue tanta que aún se me hace más incomprensible la indiferencia con la que viven los problemas sociales de desigualdad por el sistema de castas o la mendicidad de niños ancianos y minusválidos, tienen el convencimiento de que quienes tienen ese rol en la sociedad es porque se lo merecen, porque en otras vidas pecaron y ahora están redimiendo esos pecados. Un occidental creo que nunca podrá entender esto.
Llama poderosamente la atención la religión, presente en todas partes, solo la hindú tienen más de 33.000 dioses, ya que para sus profesantes, Dios se puede manifestar en cualquier cosa.
El yoga es uno de sus métodos más básicos, siendo de admirar la enorme fe que les invade y la filosofía de vida que adoptan basándose en esas creencias.
Desconcierta el hecho de que muchos animales sagrados vaguen por las calles ya que la clasificación de sagrados no les protege del abandono. Vacas, monos e infinidad de perros en un estado lamentable hirieron mi sensibilidad, pero los elefantes de Jaipur produjeron en mi además una inmensa pena, unos animales tan majestuosos, a los que han privado de su entorno natural, utilizados para hacer negocio... me dio la sensación de que su mirada era muy triste y considere humillante pintar mensajes en su piel negándome rotundamente además a subir en alguno de ellos.
Cuantos más lugares conoces más te das cuenta del grado de ignorancia en el que te encuentras y de lo insignificante que eres. ¿Puede alguien afirmar que está en posesión de la verdad o de la razón? Lo que es bueno para algunos no lo es para otros y a pesar de todas las diferencias siempre encuentras gente buena en todos los lugares que visitas, mi fe y esperanza en el ser humano se ven reforzados en todos y cada uno de mis viajes. La tolerancia y el respeto por las diferentes culturas es fundamental para poder convertir este mundo en un lugar donde todas las culturas quepan y nadie sea menospreciado, yo lo he entendido muy bien en este viaje, no puedo comprender ni compartir muchas de las cosas que he visto, pero, desde luego, tienen todo mi respeto.
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